Imagínate que vas caminando por la calle y la gente se te queda viendo, incluso algunas personas se cambian de lado en la calle con tal de no atravesarse contigo. Imagínate que tu familia te diga que la ropa que usas, la forma en la que hablas, y la forma en la que ves el mundo es errónea, como si te vieran por medio de un cristal empañado. Las personas que más deberían de protegerte, no comprenden tu verdad. Entonces te aíslas, no solo de ellos, sino del resto del mundo, porque cada mirada encima de ti es como si te inspeccionaran, y cada comentario que escuchas es un eco de tu lucha interna. Caminas con cicatrices invisibles (y a veces visibles) de las batallas perdidas y ganadas, entre la necesidad de encontrarte y el miedo al rechazo.

Esta es la experiencia de las mujeres trans, o al menos de la mayoría. Aunque hoy en día las cosas están cambiando, ese estigma que viven lleva a la marginación y el aislamiento social. ¿Alguna vez te has preguntado por qué muchas mujeres trans se dedican al trabajo sexual?, la respuesta sigue estando en el estigma y discriminación que viven, que se encuentran con la necesidad de sobrevivir. Esto las hace particularmente susceptibles a problemas de salud mental como depresión, ansiedad, abuso de sustancias y altos índices de suicidio.

Vámonos al principio para comprender mejor. Una persona trans es alguien cuya experiencia social que parte de la vivencia interna e individual de una persona que se siente de un género que no corresponde con los roles tradicionales socialmente establecidos al sexo que le fue asignado al nacer. En otras palabras, la manera en que vive y siente su cuerpo desde la experiencia personal y la forma en que lo traslada al ámbito público, no se ajusta a lo que marca la norma social. Esto parte de que el género es un constructo social, que ha sido establecido como binario (hombre o mujer), vinculado al sexo biológico asignado al nacer de acuerdo a nuestros genitales. Sin embargo, separar el género y el sexo es algo fundamental para poder comprender la diversidad de identidades humanas.

El género es un constructo social, que ha sido establecido como binario (hombre o mujer), vinculado al sexo biológico asignado al nacer de acuerdo a nuestros genitales (pene o vulva). Sin embargo, separar el género y el sexo es algo fundamental para poder comprender la diversidad de identidades humanas.

Nuevas investigaciones en el ámbito de la psicología y sexología establecen que la mejor manera de comprender al género es quitándonos esa visión binaria y empezarlo a ver como un espectro. Esto ayuda a comprender por qué las identidades de género no se limitan a las categorías binarias de hombre y mujer, incluidas las identidades no binarias, que no se ajustan a estas categorías tradicionales. Incluso estudios recientes en el ámbito de la biogenética establecen que una visión no binaria del sexo biológico como parte de la diversidad puede ayudar a explicar y a investigar ciertas “anomalías” de la diferenciación sexual, como el síndrome de Klinefelter (cromosomas XXY).

Al final, independientemente de lo que establece la ciencia, es importante siempre respetar la diversidad de identidades de género, ya que contribuimos a crear un entorno donde cada individuo pueda vivir auténticamente y sentirse valorado. Este respeto no solo es fundamental desde una perspectiva de derechos humanos, si no que también tiene un impacto positivo en la salud mental y el bienestar de las personas, al mismo tiempo que desafiamos las normas sociales establecidas por un sistema basado en el cisheteropatriarcado, donde todo lo que se ve diferente es patológico.

Es por esto que las mujeres trans deben de ser incluidas en la lucha feminista. Las mujeres trans son mujeres, porque se viven como mujeres, se identifican como mujeres, y viven la violencia que vivimos las mujeres. Sin embargo, esta violencia no termina ahí, sino que se exacerba con la opresión que viven las personas que no encajan en los estándares sociales sobre el género, los cuales son patriarcales. El patriarcado ha dicho por muchos siglos que las personas cuya expresión del género es distinta a la tradicional tienen algún tipo de desorden mental. Fue hasta hace muy poco tiempo que incluso ya se quitó del Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM). La lucha del feminismo no es en contra de los hombres, es en contra de un sistema que perpetúa la dominación masculina sobre las mujeres y otras identidades de género. Buscamos cuestionar y transformar las normas sociales, las instituciones y las relaciones de poder que relegan a las mujeres (todas las mujeres) a roles subordinados y limitan su autonomía y libertad, y que además violentan, oprimen e invisibilizan a todo lo que sea considerado diferente.

El feminismo debe de ser interseccional y reconocer cómo se entrelazan las experiencias de opresión y discriminación hacia, no solo otras identidades de género, sino aspectos como la raza, clase social, tamaño de cuerpo y diversidad funcional. No solamente se entrelazan sino que también se atraviesan, y que el hecho de estar nosotras atravesadas por la violencia patriarcal no nos exime a nosotras de ser violentas, con lo que podemos percibir como diferente para el sistema. No solo debemos incluir en el feminismo a las personas trans, sino que debemos de ser aliadas y acompañar y brindar espacios. Juntas las personas somos más poderosas, y de lo que se trata es luchar contra un sistema plagado de violencia patriarcal.

Otras luchas no opacan la nuestra. Visibilizar otras opresiones no nos quita visibilidad. Que otras personas luchen por sus derechos no nos quitará los nuestros. Al final se trata de crear un mundo donde todas las personas, independientemente de su identidad de género, raza, clase social, orientación sexual, tamaño de su cuerpo, edad, funcionalidad, estado de salud, etc, podamos vivir libres de discriminación, violencia, desigualdad y con una garantía a nuestros derechos humanos básicos.

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