La escasez de agua es una problemática urgente que afecta a muchas regiones del mundo, y México no es la excepción. Sin embargo, México no debería tener un problema de acceso al agua, ya que el país cuenta en promedio con 549 metros cúbicos de agua por habitante al año, una cifra teóricamente adecuada según los estándares de la ONU que recomienda entre 50 y 100 metros cúbicos por persona.

La raíz del problema no radica en la escasez absoluta de agua en el país, sino más bien en una serie de deficiencias en las políticas y regulaciones que han permitido una mala gestión y distribución del recurso.

México es conocido por ser uno de los principales consumidores de bebidas azucaradas en el mundo, con marcas internacionales como Coca-Cola y Pepsi dominando el mercado. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), México es el país que más refrescos consume per cápita en el mundo, con un promedio de aproximadamente 163 litros por persona al año.

Estas empresas, que operan plantas embotelladoras en todo el país, utilizan cantidades masivas de agua en sus procesos de producción. Se estima que una sola planta embotelladora puede consumir hasta 1.5 millones de litros de agua al día, lo que representa una carga significativa para los recursos hídricos locales.

Su gestión del agua ha sido objeto de críticas debido a su impacto en las reservas de agua dulce y en las comunidades locales. Uno de los principales problemas es el agotamiento de los acuíferos subterráneos, que son la principal fuente de agua para muchas regiones de México. Las operaciones de las empresas refresqueras han contribuido a la sobreexplotación de estos acuíferos, causando una disminución en los niveles de agua y dejando a las comunidades locales sin acceso a este recurso vital.

Además, se han documentado casos de contaminación del agua causados por las actividades de las empresas refresqueras. Los desechos industriales y químicos generados durante el proceso de producción pueden filtrarse en los cuerpos de agua cercanos, contaminando tanto el agua subterránea como los ríos y arroyos locales. Esto representa un grave riesgo para la salud de las personas que dependen de estas fuentes de agua para su consumo y sus actividades diarias.

A pesar de estas preocupaciones, muchas de ellas continúan extrayendo grandes cantidades de agua sin tener en cuenta los impactos ambientales y sociales de sus operaciones. Además, su influencia política y económica a menudo les permite evadir la responsabilidad.

Ante esta situación, es urgente que se tomen medidas para abordar la crisis del agua en México y responsabilizar a las empresas refresqueras por su papel en ella. Esto incluye la implementación de regulaciones más estrictas sobre el uso del agua y la contaminación, así como el fomento de prácticas empresariales responsables y sostenibles.

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