En México, las estadísticas de feminicidios se disparan cada día más. Recuerdo mi primera marcha, en 2016, donde se observaba la cifra clara “7 feminicidios al día”. Me ha tocado año con año regresar y ver cómo esa cifra va creciendo. Hoy son 11 al día. Lee otra vez eso, 11 mujeres, 11 mundos, 11 personas, al día, que dejan de estar en este mundo a manos de, generalmente, los hombres más cercanos a ellas. Las calles son laberintos de peligro para las mujeres, y la impunidad parece ser la única constante. En este mismo país surge un caso que sacude nuestras entrañas: el feminicida serial de Iztacalco, a quien incluso algunas personas nombran “El Dahmer mexicano”.
El 28 de abril de 2024 en horas de la tarde, un grito de socorro resonó en el vecindario. Miguel ‘N’, un hombre de 39 años, primero atacó a María José, de 17 años, a quien asesinó en su casa, a solo 50 metros de distancia del testigo. Luego, se dirigió a su madre, Cassandra Calles, de 38 años, quien milagrosamente sobrevivió con una herida en el cuello mientras el asesino escapaba cuando la policía llegaba.
Apenas a 16 días de los horrores perpetrados por este monstruo, la Fiscalía General de Justicia capitalina confirmó la identidad de tres víctimas cuyos restos habían sido ocultados en la casa del asesino. Miguel ‘N’, había sembrado el terror en la tranquilidad aparente de un vecindario cualquiera, cobrando la vida de al menos 20 mujeres, entre ellas, la joven María José.
Lo que resulta aún más alarmante que los crímenes en sí mismos es la negligencia desbordante de las autoridades. ¿Cómo es posible que Miguel ‘N’ haya sido detenido apenas en 2024? Resulta ser que su rastro de sangre y terror se remonta a años atrás. La Fiscalía de la Ciudad de México tenía información concreta sobre este sujeto desde el año 2020, identificándolo como un presunto feminicida, vinculado con la desaparición de mujeres en Iztacalco. No hay dudas de por qué la violencia y los feminicidios van en aumento.
Las evidencias revelan un panorama desolador de impunidad por parte de las autoridades. Desde el 19 de noviembre de 2020, Miguel ‘N’ figuraba en una carpeta de investigación por la desaparición de una joven en 2018. La Fiscalía tenía en sus manos el nombre completo del sujeto, su dirección, su número telefónico y testimonios que lo situaban en estrecha relación con sus víctimas.
Sin embargo, esta información fue ignorada, sepultada en la burocracia de una institución que debería velar por la seguridad y la justicia de todas las personas que habitamos la ciudad. Durante años, mientras Miguel ‘N’ continuaba sus terribles actos, las autoridades permanecieron pasivas, indiferentes ante el grito desesperado de las víctimas y sus familias.
Este caso no solo revela la incompetencia de quienes tienen el deber de proteger a la ciudadanía, sino que también pone de manifiesto la falta de importancia que se otorga a la violencia contra las mujeres en México. ¿Cuántas vidas podrían haberse salvado si se hubiera actuado con prontitud y diligencia? ¿Cuántas familias no habrían sido desgarradas por el dolor y la pérdida?
Es hora de exigir cuentas claras a quienes ostentan el poder y la responsabilidad de hacer justicia. No podemos permitir que más vidas se pierdan en el abismo de negligencia y de impunidad. Es hora de que el Estado cumpla su deber fundamental de proteger y garantizar los derechos de todas las personas, especialmente de aquellas que son víctimas de la violencia de género.
El caso del feminicida de Iztacalco es una llamada de atención urgente, un recordatorio oscuro de las consecuencias devastadoras de la inacción gubernamental. No podemos seguir tolerando un sistema que nos sacrifica en el altar de la indiferencia y la negligencia. La justicia debe prevalecer, y solo con una acción decisiva y comprometida podemos asegurar que tragedias como esta no se repitan en el futuro.
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